María Zambrano: "No creo que se pueda ascender sin dejar algo abajo. Por eso he aceptado el escribir"

 



María Zambrano: —Yo la figura de Orfeo, más que verla, la siento. Orfeo es el mediador con los ínferos. Y eso sí que ha sido un gozoso y penoso descubrimiento mío: la mediación con los ínferos. Yo no creo que se pueda ascender sin dejar algo abajo. Por eso he aceptado el escribir, y el hablar, y el vivir la historia. Y la oración.

 

Antonio Colinas. —¿Acaso la oración es otra forma de música, de monodia?

 

—La oración va más allá de todo. Puede atravesar las mismísimas esferas.

 

—Pero en aquellos tiempos míticos hay otros viajes trascendentales, como el que nos describe Homero…

 

—El viaje de Ulises es decisivo. Sin él no habría cultura en Occidente. Según la tradición, se dice que pudo estar inspirado por una doncella, Manto, que fue hija de Tiresias el adivino. Al parecer, ella también fue adivina. Virgilio la recuerda en alguna ocasión. Se dice, pues, que Manto inspiraba a Homero por las noches. De su nombre proviene, según la leyenda, el nombre de Mantua, la ciudad italiana. Todos los iniciados tienen necesidad de una ciudad, de un lugar. A veces les es más nece- sario este lugar que la palabra. Y mi padre era de esas gentes, de los que van bus- cando una ciudad. Y yo —su hija— también he ido buscando ese espacio ideal. Por momentos creí haberlo encontrado en un lugar del Jura, en La Pièce, donde viví más de diez años, pero lo destruyó el progreso. Siempre el ciego progreso. Mi hermana murió allí.

 

—Perdiste, pues, ese espacio ideal…

 

—Sí, ideal; pero, al mismo tiempo, un espacio habitable, habitado. Un espacio que quizá se puede hallar en tantos otros lugares. La ciudad, o el lugar de los dioses.

 

—¿La Pasión cristiana fue el fin de la iniciación?

 

—Yo he escrito sobre este asunto. Ahora no te lo podría explicar mejor. Una cosa sí sé: que ya desde niña me horrorizaban las procesiones de Semana Santa. Solamente había una imagen en Segovia que no me impresionaba. Y allí seguirá aún. Creo que era de Gregorio Hernández, un escultor maravilloso. Es el Cristo del Sepulcro. Blanco, blanco; el cristo blanco como una luna, como aquel del que habló Unamuno en El Cristo de Velázquez. No siempre estos cristos maravillosos de Gregorio Hernández se parecen a la persona de un condenado a muerte. Más bien representan a la Divinidad sacrificada. Esa Divinidad o Verdad superior que bastaría con que descendiera para convencernos. ¡Si hubiera sido la cristiana la religión del descendimiento…! Pero no. Tenía que ser la del sacrificio. Ahí tenemos a «los tres al pie de la Cruz», de Massignon. Él es cristiano, pero no español, aun- que en España encontrara muchas de sus fuentes. España ha sido fuente de muchas cosas, pero que luego se logran fuera. El no discute nunca con Roma. Para nada. Al hablar de lo cristiano, lo hace de los tres al pie de la Cruz: María, san Juan, la Magdalena. El cristo realista de Montañés, con las heridas, los moretones, la sangre. España ha creído demasiado en verter sangre, en la necesidad de derramar sangre. Eso es terrible.

 

—Y en España, ¿dónde podemos ver lo fértil, que no sea en la sangre que se derrama inútilmente en la Historia, en la rabia? ¿Dónde está el sueño de España?

 

—El sueño de España siempre interrumpido… ¿Qué quieres que te diga?

 

—Pero en España hay otras semanas santas que tienen otro sentido. Como la de Andalucía. Tiene algo de…

 

—De todo, de todo.

 

—Tiene un aire como más terrestre. En ella está menos presente el dolor.

 

—Yo diría que tiene un aire primaveral. En cierto sentido, es la fiesta de la primavera. Fiesta iniciática por excelencia.

 

—Sin embargo, suele decirse que España no es un país de iniciaciones.

 

—No, no es país de iniciaciones; ni de iniciados. Yo diría, más bien, que es un país de místicos, y menos de lo que se suele creer.

 

—De la misma manera, España es también menos romántica de lo que se cree.

 

—No es romántica en absoluto.

 

—Es realista.

 

—Más bien. En España todo lo que es iniciático es de origen sufí, una herencia que se ha conservado a duras penas, como se ha podido.

 

—Pero una parte de la mística cristiana ha bebido en el sufismo, aunque, en muchos casos, haya sido indirectamente.

 

—Bueno, por lo menos la de san Juan de la Cruz, aunque quizá él mismo no llegó a ser consciente de ello. Y Molinos, también Miguel de Molinos.

 

—¿Debemos tener presente la España de las tres culturas?

 

—Por supuesto. La más iniciática es la árabe. Allá donde hay agua hay iniciación.

 

—Y jardín.