A pesar de haber escrito poesía desde siempre, su único libro de poemas publicado hasta 2019 fue Pájaro de la noche (1994), un libro en el que ya se dilucida esa dicotomía que muestra su poesía: la de la luz y la oscuridad; la vida y la muerte como estados; la inconsciencia y la conciencia, con la palabra como jueza. Es este tema el que va a bañar, sobre todo, la poesía de Vázquez Medel, que, junto a él, circulan otros temas como la memoria y el amor, que serán los que entronquen y articulen, junto con el tiempo y el camino de la vida, Remota luz, obra con la que vuelve a salir a escena en 2019. Poco después, reunió los aforismos escritos durante su vida en El ave de Minerva se eleva sobre el crepúsculo, un libro riquísimo, del que me he nutrido para esta introducción, palabras previas a la lectura de sus poemas; y es que en una sola página de esta obra, podría quedar resumido su pensamiento poético. Porque para Vázquez Medel, «La verdadera poesía no se explica. Nos implica»; «La morada del hombre es siempre la palabra», y la poesía que más le interesa, la más auténtica «es la que intenta decir con palabras lo que no se puede decir con palabras»: la poesía simplemente es emoción, es de uno propio y compartida con el otro, y la emoción es la esencia inexplicable de la vida. Nosotros habitamos ahí, en ese punto en el que intentamos comprender y explicar esa vida, explicarnos a nosotros mismos, esa esencia que compartimos. La poesía es compartir la vida, y como dice el poeta, «la vida es más vida si es compartida».
Manuel Ángel Vázquez Medel es un poeta luminoso, aporta luz en todas sus facetas y ámbitos. Una luz que se muestra, no sólo en la teoría y en sus versos, sino también en la práctica, prendiendo en torno a la palabra, una hoguera cálida en la que encontrarnos, construir un hogar y aportar belleza en aquel lugar en el que moramos. Una luz que, tanto en sus textos como en su discurso, debe usarse para luchar contra las tinieblas, la oscuridad que azota nuestro tiempo con mentiras y desinformación. El poeta, la poesía, el arte y el conocimiento deben ser principales combatientes para dar forma a esa lucha y encumbrar, finalmente, el amor sobre el odio que, cada vez más, hoy día, crece y campa a sus anchas.
(David Marroquí Newell, fragmento del texto publicado en Aullidolit)