Gabriel Insausti: "Sin la idea de teleología, vivimos ahogados en la trivialidad"

 


"Me gustaría subrayar dos consecuencias culturales del divorcio entre cristianismo y cultura contemporánea. La primera se obtiene cuando se considera qué sucede si se va un paso más allá de la visión heideggeriana del hombre como «ser para la muerte», cuando se produce esta abolición de la mortalidad natural mediante el sucedáneo de una metempsicosis técnica, cuando esta sustitución viene presidida por la previa negación de toda trascendencia. Y la respuesta es obvia: que desaparece la idea de teleología. El universo deja de poseer finalidad alguna y se ahoga en la multiplicación de unas mediaciones que se agotan en su opacidad, esto es, en la trivialidad; y la vida deja de tener una estructura narrativa, en la que algunas cosas parecían irrevocables. Y esa era precisamente la premisa mayor de toda la cultura occidental, la que yacía en la base de sus relatos y sus símbolos, la que se mostraba en la Commedia dantesca: que la vida constituía un don precioso por único y finito (y que vivirla de un modo u otro supone una diferencia). Así, lejos de la linealidad, la coherencia y el desarrollo que la narrativa había heredado de la épica, en la cultura contemporánea asistimos a la fragmentariedad, la dislocación de la personalidad, la volatilización del yo y de la responsabilidad. Es decir, a la imposibilidad de contar una existencia reducida a un sucedáneo de anécdotas sin tragedia alguna, a un mero suministro de experiencias, indiferentes y poco decisivas.  Lejos de alcanzar telos alguno, de lo que se trata ahora es de perpetuar el movimiento. «Nuestra conga es la mejor», decía el protagonista de La gran belleza, «porque no va a ninguna parte» En la ausencia de drama estaría el más terrible de los dramas. Y lo que propone ya la cultura, se nos dice, con el tiempo puede volverse literalmente viable en la vida por medio de la tecnología: una conga interminable, sí, sería su metáfora. Un mundo sin drama, que ha vuelto ridículamente innecesaria la Cruz.

En segundo lugar, el olvido no ya de la muerte y la trascendencia, del hecho y de la necesidad de lo religioso, sino más especificamente de lo cristiano, arrastra consigo el olvido de la raíz de la cultura europea en cuanto representación, en un sentido mucho más palpable: el que se deriva de que nuestra comprensión del lenguaje y del arte son indisociables de la idea de encarnación. Tanto la noción de signo y de símbolo —pars pro toco— como de forma e imagen —pues esta no tiene propiamente un cuerpo sino que ha de incorporarse a una materia— encontrarían en la persona de Cristo su modelo, para la tradición occidental. Y sin ese modelo se nos antoja difícil leer el legado de veinte siglos".


(Fragmento del libro La lira de Linos. Cristianismo y cultura europea)