Antonio Praena: "Las cosas capitales deben permanecer en los umbrales del misterio"

 



No es tan sagrada la poesía como para salvarnos. Pero es mejor que así sea, porque las cosas capitales y trascendentes deben permanecer en los umbrales del misterio, de lo inefable. Ni un poema es el Evangelio ni el poeta es el Mesías. Pero un poema que abre una brecha y un poeta que durante un instante de gracia regalada de lo alto se convierte en mensajero de Dios, es ya, con mucho, algo que nos dignifica y sobrepasa.

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La teología no puede desvelar por completo el misterio del sufrimiento y el misterio del dolor en este mundo. Debe intentarlo siempre, con todas sus fuerzas, sin cesar, pero sabiendo que no llegará a una solución plena. Porque, creo, encontrar una solución racional definitiva al sufrimiento significaría de alguna forma justificarlo, encontrar su encaje y legitimidad en las claves de lo aceptable. Sólo en una perspectiva última y definitiva, cara a cara con Dios, podremos tener perspectiva y luz clara para entender, en un entendimiento que será amor, redimido y redentor; gozoso, glorioso. Mientras tanto, la manera de relacionarse con el mal sólo puede ser luchando contra él.

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La esperanza cristiana testimonia y promete algo que se puede gozar ya en este mundo. Pero no agotar: conlleva una entrega que se culminará en la vida eterna, en el abrazo, en el encuentro con Dios Padre en la persona de Jesucristo. En ese marco, en ese marco que no puede enmarcar y acotar, sino abrir a un horizonte mayor de comprensión, por supuesto: la poesía, que es palabra -y, en una clave teológica, palabra en la Palabra, en el Logos, en el Verbum-, por supuesto que es una privilegiada en ese servicio, en esa diaconía, en esa servidumbre humilde de hacer no sólo llevadero, sino humanizador, el sufrimiento. 

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No creo que el poeta esté condenado a la errancia y al extrañamiento. Todo lo contrario: está llamado a la peregrinación y a la pascua permanente, que es un don, una invitación que se acepta y se agradece sin llegar a agradecer cuanto se debiera agradecer. Sin un horizonte de esperanza en un encuentro ya iniciado en esta vida con un Dios personal, ese caminar puede vivirse como exilio o destierro. Pero con la fe -y el compromiso con algo verdadero y vivo-, estamos ante un viaje apasionante. Y entonces eso que llamamos inconformismo, afueras, límites, se transforma en profetismo, umbrales y crecimiento creativo.


(Fragmentos de una entrevista publicada en Revista Purgante)